Como me sucede con el gentilicio aquicalentense
sufro con el nuevo nombre de Birmania, Myanmar, donde a Somerset Maugham o a Kipling puedo imaginarlos únicamente de compras, de visita por frívolos museos o en una mullida conversación en el salón de té. En cambio, los veo en Birmania como autores potentes, profundos, enfrentados a las depresiones del paisaje y a los recodos de la condición humana.Y qué va del sonoro Burmese Days, de Orwell, a un pálido, afeminado, imposible Myanmar Days.
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