14.2.07

Viajero

Quien la haya leído sabe que la poesía de Goldsmith es portentosa. Según describe Boswell y, por medio de él, el doctor Johnson, su carácter dejaba, no obstante, mucho que desear: envidioso en abundancia, de ira fácil, tremendamente candoroso, irrefrenable hablantín. Pero su genio era indudable, y tenemos muestras de él no sólo en su literatura, que es la mejor de todas cuantas haya, sino también en los trazos que de su persona no escasean en la biografía del doctor Johnson. Dice éste:

Recuerdo que Chamier [...] le preguntó una vez lo que quería decir con slow (lento), la última palabra del primer verso del Viajero:

Remote, unfriended, melancholy, slow.
Remoto, sin amigos, melancólico, lento.
¿Significaba lentitud en los movimientos? Goldsmith, que decía las cosas sin pensarlas, contestó: “Sí”. Yo estaba sentado al lado y dije: “No, señor, usted no quería decir lentitud en los movimientos, sino esa indolencia del espíritu que le sobreviene a un hombre que se halla en soledad.”
Sus pensamientos, según nos queda claro por las constantes referencias a su persona, eran , como su espíritu, tumultuosos. Johnson asegura que a Goldsmith no le costaba trabajo llenar su mente de conocimientos. “Los trasplantaba de un lugar a otro, y no los afincaba en su cabeza; por eso —explica— no podía decir lo que había en sus libros.”

Lo maravilloso es que, por su inteligencia, por su estatura, Johnson, sin permitirse la indulgencia frente a los vicios de carácter de Goldsmith, lo leyó y elogió de manera que difícilmente alguien podría hablar de una persona: “Era un hombre que cualquier cosa que escribiera lo hacía mejor que lo que pudiera hacerlo cualquiera.”